El Derecho de Migrar


                Escribo estas líneas desde mi habitación con vista a los cerros de Valparaíso, y viendo sus colores y formas no puedo dejar de maravillarme con la creación de tantas y tantas personas que se encaramaron a los cerros para construir su hogar y armar una de las ciudades más bellas de Chile. Pensando en eso me acuerdo que Valpo es una ciudad de inmigrantes, que a estos montes han llegado personas y familias de distintos puntos del mundo en búsqueda de un mejor vivir, escapando de una guerra o quizás tantos otros motivos; pienso en la lista de nombres de mis compañeros de universidad, donde se entrecruzan apellidos italianos, alemanes, árabes y españoles, donde se ven caras de Rapa Nui junto a cabelleras rubias. La belleza de lo diverso, de lo múltiple, del quedarse conversando con los amigos las diversas historias de vida de cada uno, los pasos por varios países de algunos, las dobles nacionalidades de otros, las apacibles infancias en un solo punto de varios de ellos. Todo eso me parece fascinante, sorprendente, tan ciertamente humano como la vida misma. Pero de pronto choco. Me estrello con una muralla. Me estrello con una muralla que expele odio, rabia, pero por sobretodo, miedo. Esa muralla habla de la exclusión, de la persecución, de la eliminación de quienes son tachados como inmigrantes. Ellos deben irse, no deben estar aquí gritan los que sostienen esa muralla.

                La migración de personas debe ser tan antigua como la Humanidad misma. El mismo Pueblo de Dios en la cultura judío cristiana migró desde las tierras de Babilonia a la Tierra Prometida, para luego pasar a Egipto, volver a los territorios del actual Israel y terminar dispersándose por todo el mundo. Los griegos, padres de nuestra civilización occidental  migraron ellos mismos estableciendo colonias en varios puntos del Mediterráneo, además de recibir en sus propias ciudades a muchos extranjeros. América misma es un continente con tantas contradicciones y diferencias dentro de sí porque se ha constituido en base a la migración de personas desde otros puntos del planeta, partiendo por los pueblos aborígenes que no surgieron aquí, sino que llegaron, hasta las últimas oleadas migratorias en el siglo XX.

                Lo curioso de todo esto, es que el rechazo a los inmigrantes se da en los lugares donde más inmigración se ha producido y donde los inmigrantes más han aportado a su desarrollo. ¿Alguien puede concebir que Estados Unidos pudiera haber logrado ser el país que es sin la fundamental ayuda de los inmigrantes? Basta con mirar al actual presidente norteamericano para captar que Estado Unidos es la Grecia contemporánea no sólo por su enorme poder económico, militar y político, sino también, y probablemente de manera principal, por la enorme diversidad de personas, culturas y nacionalidades que hay en su seno. Y aquí en el sur del mundo, donde somos un país cuyo padre de la patria fue hijo de un irlandés, donde nuestra independencia se selló con la ayuda de militares franceses que se asentaron en estas tierras, donde nuestro primer presidente fue argentino, y donde el gestor del reconocido Código Civil que nos ha regido por 150 años fue un venezolano, no podemos hacer otra cosa que agradecer la llegada de tantos inmigrantes a Chile, que se han dedicado a aportar decididamente al país.

                Pero allá en el norte, y aquí en nuestra fértil provincia aparecen los gritos histéricos de quienes quieren discriminar a quienes no nacieron en el país. Y luego aparecen las amenazas, los ataques, las persecuciones. Y los perseguidores se instalan en la altura de decir que ellos “son de aquí” que tienen más derechos que los vienen llegando, y que en realidad estos últimos no tienen ni siquiera derecho de llegar. Yo me pregunto ¿se acordarán ellos que de no ser porque sus antepasados llegaron a estas tierras ellos ni siquiera existirían? Yo me pregunto  ¿recordarán que todos los países son países de inmigrantes, pero que por sobre todos lo son nuestros  países, los americanos, construidos con la sangre de todo el mundo? Razones para defender el derecho de migrar son muchas, pero yo sólo me quedo con la simple pregunta ¿Qué sería de nosotros sin los inmigrantes?

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