En el pasado la Guerra del Chaco, en el futuro la paz duradera.


Ayer Bolivia y Paraguay han firmado por fin el acuerdo limítrofe que pone fin definitivo a la Guerra del Chaco, luego de estar en “veremos” desde ¡1938! (la noticia completa aquí). Es un hecho notable y para celebrar, pues da cuenta de la voluntad de algunos gobiernos (lamentablemente aún sólo algunos) de instalar definitivamente la paz por estas tierras del sur del mundo y contribuir a la paz mundial.

                La Guerra del Chaco fue uno de los peores conflictos de América del Sur y enfrentó a dos de los países más pobres de la región en una guerra que dejó cerca de cien mil muertos. Es una muestra notable de cómo el descriterio, la falta de visión, el nacionalismo pésimamente entendido, las guerras anteriores y la intervención de las potencias extranjeras pueden llevar a guerras con resultados desastrosos a nivel de vidas humanas y de economía, en los que quienes más pierden son los que tuvieron menos capacidad de decisión y menos intereses en lo que pudiese resultar de la guerra. Al final, y como siempre en estos casos, todo se reduce a la búsqueda de alguna riqueza natural que dudosamente beneficiará a quienes pelean, y sufren en la guerra (como no recordar aquí que la mayoría de quienes participaron en el Combate Naval de Iquique, en la Guerra del Pacífico, y que fueron hechos héroes por Chile, terminaron sus días en la pobreza mientras unos cuantos ingleses se enriquecieron de manera increíble con el salitre).

                Como usted podrá suponer al conocer a nuestros queridos países sudamericanos, desde el fin de la Guerra del Chaco, la situación nunca se resolvió definitivamente pues quedaba pendiente el tema de los límites territoriales, a cargo de una comisión que duró nada más  y nada menos que desde 1938 hasta el 2007, haciendo gala de la rapidez característica del actuar latinoamericano en estos temas. Obviamente toda esta lentitud sólo ha servido para dar pie a tensiones, amenazas y exaltaciones nacionalistas de todo tipo en todos estos años (aquí en Chile tenemos el notable caso de que las relaciones con Perú y Bolivia no terminan de resolverse desde hace más de ¡ciento veinte años! Y vamos comprando F-16 para la “seguridad nacional” mientras tenemos hospitales tan malos que si llega la gripe de los chanchos hay pandemia nacional y colapso del sistema y enfermos por doquier y muertos… y bueno, eso pasa siempre sin la famosa gripe mundial y aquí no se les ocurre que eso es “seguridad nacional”).

                Por eso es tan importante el acuerdo firmado que termina el tema, define los límites y además entabla un acuerdo de paz y amistad entre ambos países. Es la muestra de que algunos gobiernos están cambiando la mirada, están preocupándose decididamente por la paz (como Evo y la renuncia constitucional de Bolivia a la guerra) y están entendiendo que la antigua idea de que para “tener la paz hay que hacer la guerra” o sea, armarse, amenazarse y claramente estar dispuestos a enfrentarse, es una idea que lo último que trae es paz y buenas relaciones entre los países. Hablamos de que ya hay países que entienden que la paz es una medida urgente y necesaria que trae más bienestar a los países, y no una frase hueca de las Miss Universo, y que se concreta con medidas como esta, resolver pacíficamente los diferendos, además de otras como la reducción progresiva y proporcional del gasto bélico. Esto es notable porque habla de que alguna vez Latinoamérica puede ponerse a la vanguardia del mundo y liderar un movimiento que establezca la paz definitiva para sus países. Que extraordinario ejemplo para todo el mundo sería de parte de la región que ya ha avanzado al acordar nunca tener armas nucleares. Es hora de que los latinoamericanos nos movamos hacia ello. Estos tratados son la muestra de que sí se puede.  

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Por qué creo en la Paz


Creo en la Paz y en que esta debe establecerse de manera estable en todo el mundo no por alguna loca ensoñación hippie, ni por alguna “alternativa” tendencia new age, sino porque estoy a favor de la inmediata y absolutamente necesaria mejora sustancial de las condiciones de vida de todas las personas en el mundo, y por lo tanto, de la construcción colectiva de un mundo exponencialmente mejor que el que tenemos (o sufrimos!) ahora.

La Paz Mundial aporta a esto cambios sustanciales incomparables, de los cuales destaco algunos:

    • Un mundo en paz implica la eliminación inmediata del arsenal nuclear mundial, que representa la amenaza más grave y seria a la existencia misma de la humanidad completa (aquí no se salva nadie) pues el poder atómico actual logra destruir la Tierra ¡veinticinco veces! Una guerra nuclear no es un conflicto grave, peligroso o muy preocupante; es lisa y llanamente el Apocalipsis.

    • Un mundo en paz y con vocación de paz conlleva la reducción drástica del increíblemente alto gasto bélico a nivel mundial, del que si usáramos sólo el 10% nos alcanzaría para la erradicación del hambre en el mundo. Así de simple. ¿Eres capaz de imaginar lo que se podría hacer con fines positivos con el 30% o con el 50%? Piensese en lo irracional de este gasto con el ejemplo de un país pequeño, pobre y sin grandes amenzas como Chile, que en la compra de dos submarinos Scorpene se ha gastado más de mil millones de dólares (y ha comprado además aviones, tanques, vehículos, etc) al mismo tiempo que presenta falencias graves en educación y salud.

    • Un mundo en paz implica un enorme salto cualitativo para el ser humano: pasar de la cultura de la amenaza, la confrontación, la violencia y la guerra a una cultura de diálogo, de vocación de entendimiento, de reconciliación y de no-violencia activa. Este cambio, que se plasma en una conquista cultural profunda (como el no comernos entre nosotros ni esclavizarnos) por si sólo implica un salto evolutivo de proporciones mayores, un salto que sube el nivel básico de la civilización humana a alturas impensadas en este momento: un cambio radical para que todos los seres humanos vivamos en una condición mejor.

    • Un mundo en paz implica la actitud personal de paz, implica que cada ser humano transite por la vida con la convicción de la paz, que conlleva llegar a ella no por una iluminación marciana ni por una acción esquizofrénica de decir de un día para otro “soy pura paz”, sino por la superación de las contradicciones personales y sociales que llevan al miedo, a la ira y a la violencia: estaremos personalmente en paz cuando vivamos sin contradicción con el mundo exterior, o sea, cuando vivamos con justicia, y cuando vivamos sin contradicción con el mundo interior, o sea, cuando vivamos con coherencia.

Es bastante claro que la idea de vivir en un mundo en paz no es la idea “súper loca” de moda. Es la búsqueda seria y profunda (pero no aburrida ni cuadrada) de cambiar el mundo para que todos los habitantes de él, y no sólo unos cuantos, podamos vivir una vida plena, alegre, justa y bella en los años que nos toca pasar por estos lares del universo. Entonces ¿puede haber algo más importante que buscar la paz?

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¡Yo creo en las personas!

                Mire usted el mundo. Dese cuenta de la increíble cagada que hay en todas partes. Gente que se mata, gente que mata a otras, gente que vende droga, que la transporta, que cae presa, que deja hijos botados, que no paga deudas, que asalta, que le importa un cuerno el resto, que no tiene ética, que no tiene, moral, que no tiene casa, auto ni perro que le ladre. El mundo yéndose cada vez más al carajo con guerras, pestes, hambrunas, ahora hay plagas por todo el mundo, viene el SARS y el ébola, el SIDA ya nos cagó, la pobreza sigue y con la crisis todo peor. En cada país por separado la cuestión es más negra, a Obama no lo dejan gobernar estos republicanos picados, Berlusconi hace lo que quiere, Rodríguez Zapatero es progre pero cada vez hay menos pega en España, Uribe interviene hasta el teléfono de sus ministros en su pelea contra las FARC que no terminan ni de hacer la revolución ni de desaparecer, Fidel cada vez más gagá y con mas comunistas apoyándolo y uno no sabe por qué cresta lo hacen, a Evo lo intentan matar y le hacen la cama como pueden los de Santa Cruz, y eso que indígena, izquierdista y todo lo que quieran es el mejor presidente que ha tenido el país (liberal y republicanamente hablando incluso), mucho mejor que los presidentes que ellos habían puesto. Y aquí en Chilito lindo la cosa que no avanza mucho, la Bachelet que iba más o menos bien a terminar su gobierno se va yendo cuesta abajo con la ley de transparencia y que nos enteramos que hasta el gato de su hijo tiene pega en el Estado, y el del sobrino del ministro y el del primo del intendente y hasta los escritores que tratan de pasar de críticos hacen asesorías al Ministerio de Transportes (por último al de Cultura digo yo!), y Piñera que hace tontera tras otra y no creo que gane, por último pa tener Mapocho navegable (y bueno, no lo cree ni siquiera mi profe UDI) y la única reacción parece que son los anarquistas que queman cuestiones el Día del Joven Combatiente en defensa del pueblo, claro que esas cuestiones son las plazas y almacenes de Pudahuel, Cerro Navia y Peñalolén que yo no sé en que defenderán al pueblo, sólo sé que por su culpa no hay buses pa venirme a Valpo, y tengo que pagar cuatro lucas (y no estudiante como siempre) pa llegar al puerto en un bus que huele horrible y que si esta es la defensa compañero que hay que hacer del pueblo no me defienda tanto por favor. Y por último leo a Bertoni en el Clinic con sus columnas depresivas, después de leer un libro suyo que debió haber terminado con la foto de él colgando de una viga, porque francamente quien después de todo esto no cae en el nihilismo y en el suicidio puro y duro…

              Pero resulta que casi por casualidad termino elevando la cabeza medio centímetro, subiendo la vista sólo un poco, y viendo un poco más allá de las miserias me encuentro con la gente que no es víctima inerte de las cosas, sino que hace algo al respecto, y miro a los okupas que ante la falta de cultura deciden autogestionarla y hacerla ellos mismos y crean unas cosas maravillosas, y veo a las escuelas populares que se multiplican por todas partes igual que los preuniversitarios populares que ante la educación pa la coyoma que tenemos por estos lados deciden subsanar el tema solidaria y organizadamente, y veo a los que van a trabajos voluntarios que asumen un compromiso social de manera libre y entusiasta, y veo a los que organizan colectivos políticos que con peleas, dudas y errores son una muestra increíble de que no van a aguantar más que los mismos señores de siempre, y unas pocas señoras, sigan dirigiendo la cosa así no más sin pescarlos ni en bajada, y veo a algunos curas que después de estar harto rato callados empiezan a sacar la voz para decir que el cristianismo no es puro azotarse ni andar prohibiendo píldoras del día después sino que por sobre todo es amar al prójimo con toda la implicancia social que eso conlleva, y veo a los centros de estudio de filosofía griega, oriental, zen y espiritual que a pesar de la caída y desprestigio de las iglesias se atreven a introducirse a las materias de la fe y el espíritu de manera libre, no dogmatica, buscando el sentido profundo, y veo a los que se convierten en activistas y hacen cosas por los animales, el medio ambiente y el respeto a las minorías a pesar de los riesgos y los encarcelamientos y las amenazas y los montajes, y por último veo a esos varios miles que se están moviendo por la paz en el mundo entero, a pesar de la amenaza de esa bomba famosa y tenebrosa con la que basta que un imbécil apriete un botón para que se acabe todo sin más y para que todo  lo que hacemos no tenga el menor sentido ante la amenaza cierta de la extinción nuclear a nivel planetario, pero ellos se mueven con todo, con urgencia y con creatividad, con pocos recursos pero con muchas voluntades, con la amenaza al frente, pero por sobre todo con la certeza de hacer lo correcto y lo necesario como fuente de apoyo inagotable. Con ellos a la vista, y a pesar de los males y miserias  del mundo no puedo dejar de decir ¡yo creo en las personas!

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El Primero

Que importante es ser el primero.

                Ante esta frase alguna persona competitiva y exitista pensara en lo importante que es ser primero, ganándole a otros, dejando atrás a otros, olvidándose del resto y autoafirmándose en el propio ego. Pero mi intención con la frase no va para ese lado, sino que hacia otro muy distinto. Al hablar de lo importante que es ser el primero pienso en lo relevante que es la acción de ser primero en cuanto a modelo para otros, modelo digno de imitar claro, modelo de recto actuar, pero por sobre todo me interesa eso de hacer algo antes que nadie, de ser, en definitiva, quien abre camino.

                Es que es muy importante abrir caminos. Andar por los caminos ya trazados es lo más corriente, ni una gracia hay en ello. Pero lo otro, el ser el pionero, el que avanza a la vanguardia, el que inspira a los demás a seguirlo por los derroteros nuevos, eso sí que es interesante. Interesante y posibilitario: cuando uno se atreve, ya no es uno, aparecen varios más; lanzado uno, son varios otros los que se animan: atreviéndose uno, lo que hace es abrir la posibilidad a los otros, sobre todo a los que creían que no era posible.

                Pienso en todo esto a cuento del tema de la esclavitud. Esa cosa terrible que acompaño a la Humanidad por tantos siglos (y que parece que en Brasil y en algunos otros países aún sigue, pero de manera ilegal y perseguida, no como antes, cuando había incluso un Derecho de Esclavitud que normaba todo lo relativo a ella). Porque resulta que Haití fue el primer país del mundo en abolir la esclavitud (además de ser el segundo de América en independizarse, después de los Estados Unidos, y con los negros, ex esclavos, liderando el cuento) y eso que poco antes parecía tan imposible, se largó como un reguero de pólvora por el mundo, y en menos de un siglo teníamos a la esclavitud abolida en todo el mundo, y en un tiempo más la teníamos efectivamente erradicada (pues lo de Brasil, terrible y repudiable, es marginal en el contexto mundial). Esos negros corajudos al independizarse nacionalmente se liberaron también de sus cadenas personales y de paso, como notable regalo al mundo, iniciaron el fin de la esclavitud en el planeta. Fueron los pioneros.

Y resulta que hoy en día tenemos a nuestros propios pioneros, que están dando ejemplo en una materia tan o más grave como la esclavitud para el mundo entero: las guerras y la urgente necesidad de la paz. Estos pioneros se encuentran en el increíble pueblo de Bolivia que hace pocos meses dieron el gran primer paso a nivel humano: declararon inconstitucional la guerra. Sí, absolutamente cierto y escrito en su nueva Constitución, que tengo a la vista al momento de escribir esto, la que dice en su Artículo N°10 “Bolivia es un estado pacifista, que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz, así como la cooperación entre los pueblos de la región y del mundo, a fin de contribuir al conocimiento mutuo, al desarrollo equitativo y a la promoción de la interculturalidad, con pleno respeto a la soberanía del estado”, y agrega en su inciso II “Bolivia rechaza toda guerra de agresión como instrumento de solución de los diferendos y conflictos entre estados y se reserva el derecho a legítima defensa en caso de agresión que comprometa la independencia y la integridad del Estado” para terminar con el broche de “Se prohíbe la instalación de bases militares extranjeras en territorio boliviano” (inc. III).

   Hace un par de siglos fue un pueblo de esclavos, que sufrió directamente los efectos de la esclavitud el que inició el proceso de su abolición. Hoy es un pueblo de indígenas, que ha sufrido las consecuencias de la guerra, en especial de la de Conquista, el que declara ese mal humano como inconstitucional de manera pionera. ¿Será el inicio de un nuevo proceso de gran avance para la humanidad? Tengo la esperanza y la convicción de que sí. Actuemos todos en esa dirección: es la aventura abierta del siglo XXI.

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Dos ejemplos

Como usted podrá darse cuenta con el sólo mirar la imagen del lado derecho de este blog (y aún más si es amigo mío en facebook) ando muy inspirado difundiendo la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia, y en el marco de eso estuve el otro día en un operativo de difusión y de adhesión a la Marcha, en el que conversé con alguna gente pesimista (¡que nunca falta!) sobre su absoluto pesimismo respecto a una iniciativa como la Marcha Mundial. Es fácil imaginarse que sus comentarios eran del tono “esto no va a resultar, la guerra siempre ha estado con el ser humano, y siempre va a estar”, o sea, estamos frente a algo inconmovible y todo lo que hagamos no va a afectarlo en nada. En resumen, “no estoy ni ahí con la Marcha Mundial”.

Lo interesante del caso es que el pensamiento de los incrédulos en la paz se empieza a caer cuando uno reflexiona un poco.

Tan inherente como parece ser la guerra al ser humano, lo fue la esclavitud. Durante bastantes milenios los seres humanos se esclavizaron entre ellos, y las razones para caer en la condición de esclavo fueron varias y abundantes, aunque el perder una guerra, el tener deudas y el ser hijo de esclavos fueron las más comunes. Durante varios siglos la esclavitud fue algo tan antiguo, tan común que ni siquiera era cuestionada, el que los seres humanos teníamos dignidades distintas y algunos podían ser esclavizados era obvio. Padres de la sabiduría, como Platón, Aristóteles o Locke vivían en sociedades esclavistas. Cuando empezó a difundirse el argumento ético y moral en contra de la esclavitud, surgió de inmediato el argumento económico: en una economía basada en los esclavos (miren a Brasil en el siglo XVIII) ¿cómo íbamos a vivir sin esclavos? Además, algo tan antiguo no va a cambiar nunca, decían los esclavistas. Dos siglos después del comienzo del fin de la esclavitud, vivimos en un mundo sin esclavos que es enormemente más rico que el que sí tenía y que ha demostrado que algo que por cientos de años era “inherente al ser humano” ya no lo es.

Otro caso para pensar es el de la creciente conciencia medioambiental en el mundo entero. Hace cuarenta años, esta conciencia lisa y llanamente no existía. En cuatro décadas la humanidad ha tomado conciencia del peligro del daño al medioambiente y se ha empezado a formar una preocupación global al respecto. Ese mismo ser humano que por siglos depredó la naturaleza sin ningún remordimiento, se está dando cuenta que ella no es inagotable, que corre serios riesgos, y que esos riesgos, en definitiva, a quien más afectan es al mismo Hombre. La idea de que el ser humano tenía una condición depredadora infatigable, está cambiando por la de que es una de ser inteligente que racionaliza su actividad y preserva los ecosistemas. Esta nueva conciencia aún no es total como la relacionada con la esclavitud, pero avanza con una fuerza tal que no es alocado creer que en poco tiempo el daño al medioambiente será un mal del pasado, y viviremos en un mundo de desarrollo sustentable. Y todo en unas cuantas décadas.

Con esos dos notables ejemplos creo que va quedando claro lo débil que es la idea de que esas cosas “inherentes” al hombre que nos hacen tanto daño a todos de verdad sean inherentes. Así que no vaya a creer usted que una tontera como la guerra, por el sólo hecho de durar tanto tiempo, vaya a durar para siempre. Mire que ya habemos muchos moviéndonos en contra de ella. Incluso los pesimistas con los que conversé el otro día. Terminaron adhiriendo a la Marcha.

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¡Claro que es posible!


Hay alguna gente muy pesimista ¿lo han notado? Uno va muy entusiasmado a contarle que se están moviendo muchas personas a favor de causas nobles, que dan fuerza, que hacen tener la certeza de que hay futuro para la Humanidad y ellos responden con una horrible cara la frase para el bronce: “nada va a cambiar”.

                A mí no deja de sorprenderme la frase. Es que es bien rara. ¿Cómo es eso de que “nada va a cambiar”? Lo pregunto porque pienso en mi abuela que vivió largos 92 años y que nació cuando todavía el vapor era la gran energía que movía las cosas, que se vino de Antofagasta a Santiago en tren en un viaje de ¡tres días y tres noches! Y que llegó a una casa que eran unos cuantos palos parados casada con un obrero linotipista; y cuando murió ya nadie usaba el vapor como energía, el viaje a Antofagasta se hace en una hora cuarenta minutos en avión (porque ni siquiera hay tren) y el oficio de su marido ¡ya no existe! (aunque la casa ahora es muy bonita y muy sólida). Ella nunca habría dicho “nada va a cambiar” porque ¡por Dios que cambiaron las cosas a lo largo de su vida! Parece claro que con la historia de mi abuela quiero mostrar que no es una posibilidad el que las cosas cambien, sino que es absolutamente cierto que cambian. Ya lo dijo un sabio: nunca me podré bañar dos veces en el mismo río, pues el río cambia y yo también cambio. La pregunta correcta más bien es ¿quiero ser arrastrado por los cambios o quiero influir en los cambios?

                Yo no sé qué les parece a ustedes, pero a mí me gusta decidir autónomamente, hacer uso y disfrute de mi autonomía de la voluntad, de mi libertad y de mi capacidad de hacer; ¡así que no estoy ni ahí con ser arrastrado por los cambios! ¡quiero influir en ellos! Y quiero influir para lograr las mejores cosas: actuar por las grandes causas, unirme con otros y otras, construir juntos nuestra acción y acrecentar nuestra libertad en conjunto.

                Ante esto no faltó el que gritó medio indignado “pierdes tu tiempo” o “esas son puras tonteras” ¡y ni siquiera mira su pobre vida, individualista, solitaria, temerosa, incrédula, triste y pesimista, que se parece harto más a una gran pérdida de tiempo! ¡ni tampoco se dio cuenta que sus búsquedas van hacia el dinero, que no sale de sí mismo ni siquiera para compadecerse del otro, que ve enemigos, competidores y miedos en todas partes, que en definitiva es él quien está preocupado de puras tonteras sin ser capaz de darse cuenta!

                Así que antes que cierre la ventana de su navegador, intente pensar, querido señor lector (o mejor si es señorita lectora), en que el mensaje de este post es dejar en claro que el cambio es posible, que el cambio es lo permanente, y que depende de nosotros la dirección que le demos, que eso lo podemos hacer uniéndonos y sumándonos con otros; pero que por sobre todo, gracias a la acción conjunta, inspirada, que busca lo buenamente humano e importante, tener una vida intensa, interesante y a todo dar ¡claro que es posible!

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Por el fin de las guerras y de las fuerzas armadas


Paz. Nada más, nada menos.

En estos precisos instantes en que usted señor lector se introduce en este novísimo blog, a nivel mundial se desarrollan actividades, operativos y un sinfín de acciones en pro de la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia. Entre los postulados de la Marcha hay dos sumamente interesantes: La firma de tratados de no-agresión entre países y la renuncia de los gobiernos a utilizar la guerra como medio de resolución de conflictos.

                ¿Por qué son tan relevantes estos puntos? Porque marcan una nueva lógica de entender la paz y un interés real por conseguirla. Hasta el día de hoy, si usted le pregunta a su gobierno al respecto, este le dirá que se preocupa mucho por la paz y que es por eso que se hace absolutamente necesario que gaste dineros fiscales (o sea suyos, sacados de su bolsillo a través de innumerables impuestos) en comprar armas cada vez más caras y sofisticadas, en cualificar a un importante número de personas en matar profesionalmente a enemigos y en mantener una enorme y muy costosa organización llamada fuerzas armadas. Su gobierno le dirá que todo lo anterior es necesario precisamente para mantener la paz, para asegurarse de que ningún enemigo vaya a osar atacarlo a usted, a su casa y a su gato, y que si el país de al lado se compra un avión, su país debe comprarse tres. A esta altura, usted ya ha sospechado que todo lo anterior es bastante raro, pues con países cada vez más armados, con armas cada vez más destructivas y con amenazas mutuas entre países cada vez más graves, la paz no se instala y las guerras se mantienen. Harto ineficiente tanto gasto, dirá usted, si ni siquiera hay la mínima seguridad de que con él nos alejemos de la guerra.

La respuesta a esto es bastante obvia: las armas no se inventaron para evitar la guerra, sino para hacerla; los ejércitos no quieren alejar la guerra, sino pelearla; y el gasto bélico desbocado en que está el mundo sólo acrecienta la amenaza de guerra y la posibilidad de que una bombita nos borre a todos de la faz del planeta.

                El argumento de que la amenaza mutua (también llamada destrucción mutua asegurada) nos garantiza la no agresión, o que las armas (grandes y en cantidades enormes) nos pueden salvar de las guerras se cae absolutamente por sólo ejercicio de la lógica, pero aún más por la revisión histórica: recuerde usted que cuando la URSS y los EEUU tuvieron más armas y se amenazaron mutuamente con mayor fuerza, la guerra estuvo ahí, a la vuelta de la esquina (y de hecho se enfrentaron indirectamente en Corea, Vietnam y Afganistán), mientras que cuando la URSS redujo unilateralmente sus arsenales, la amenaza de guerra se contrajo drásticamente; o sea, a más armas mayor amenaza de guerra, y a menos armas menor amenaza, lógico. Sin embargo, nuestros gobiernos siguen con la cantinela de armarse para asegurar la paz. Ante eso no queda más que decir las cosas por su nombre: a muchos gobiernos la paz no les interesa y usan el argumento ya dicho como justificación, barata y mala, para comprar tanques, aviones y submarinos. Y eso pasa en países en que mientras compran aviones F-16 nuevos de paquete, hay colegios que se les pone sobrenombres de “acuáticos” porque ni siquiera resisten una lluvia en buen estado.

                Lo importante de todo es que la paz sí es posible, y es barata y cercana.

¿Por qué dos países van a una guerra? Porque tienen un conflicto, uno grave y serio que no han resuelto y que les parece más importante que mantener la paz, por el que están dispuestos a enviar a morir a sus ciudadanos (y en general a sus más jóvenes ciudadanos, los que tienen proyectos, sueños y futuro que se estrellan con la muerte, la amputación o el trauma). ¿Qué pasaría si los países decidieran que la paz es lo más importante, qué en base a ella guiarán todas sus acciones, incluida el resolver sus conflictos? Pasaría que entre dos países que tienen a la paz como lo más sagrado y que resuelven sus conflictos en consideración a ella, o sea pacíficamente, no habrían guerras. Que un gobierno renuncie a la guerra como forma de resolución de conflictos, implica que considera a la paz como lo más importante; y que dos países firmen un acuerdo de no agresión implica que deciden resolver sus conflictos y llevar una relación en paz. Si esto elimina la posibilidad de guerra entre dos países, es fácil imaginar que si se hace a nivel mundial, elimina la posibilidad global de guerras. Y todo al precio del papel en que se escribe el acuerdo.

                Lo mejor de todo es que esto no es pura palabrería, sino que en este minuto se está llevando a cabo la primera campaña mundial, en ciudades tan importantes como Nueva York o París y también en pueblos pequeños como Talagante o Buin, a favor de la instalación de la paz de manera permanente y duradera, con cientos de miles de personas adhiriendo a ideas como que los gobiernos renuncien a la guerra y realicen tratados de no agresión. La paz se va a lograr de la forma más barata y efectiva que hay: mediante la conciencia y acción de las personas comunes y corrientes que presionen por la paz a sus gobiernos, que la logren y la mantengan. Llegará así el día en que las fuerzas armadas no existan y podamos gastar esos dineros, por fin, en las necesidades urgentes de la gente, como salud, educación y tantas otras, las que comparadas con una bomba, de verdad se lo merecen.

                Hay que sumarse a la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia.

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Así va la Marcha