Por el fin de las guerras y de las fuerzas armadas


Paz. Nada más, nada menos.

En estos precisos instantes en que usted señor lector se introduce en este novísimo blog, a nivel mundial se desarrollan actividades, operativos y un sinfín de acciones en pro de la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia. Entre los postulados de la Marcha hay dos sumamente interesantes: La firma de tratados de no-agresión entre países y la renuncia de los gobiernos a utilizar la guerra como medio de resolución de conflictos.

                ¿Por qué son tan relevantes estos puntos? Porque marcan una nueva lógica de entender la paz y un interés real por conseguirla. Hasta el día de hoy, si usted le pregunta a su gobierno al respecto, este le dirá que se preocupa mucho por la paz y que es por eso que se hace absolutamente necesario que gaste dineros fiscales (o sea suyos, sacados de su bolsillo a través de innumerables impuestos) en comprar armas cada vez más caras y sofisticadas, en cualificar a un importante número de personas en matar profesionalmente a enemigos y en mantener una enorme y muy costosa organización llamada fuerzas armadas. Su gobierno le dirá que todo lo anterior es necesario precisamente para mantener la paz, para asegurarse de que ningún enemigo vaya a osar atacarlo a usted, a su casa y a su gato, y que si el país de al lado se compra un avión, su país debe comprarse tres. A esta altura, usted ya ha sospechado que todo lo anterior es bastante raro, pues con países cada vez más armados, con armas cada vez más destructivas y con amenazas mutuas entre países cada vez más graves, la paz no se instala y las guerras se mantienen. Harto ineficiente tanto gasto, dirá usted, si ni siquiera hay la mínima seguridad de que con él nos alejemos de la guerra.

La respuesta a esto es bastante obvia: las armas no se inventaron para evitar la guerra, sino para hacerla; los ejércitos no quieren alejar la guerra, sino pelearla; y el gasto bélico desbocado en que está el mundo sólo acrecienta la amenaza de guerra y la posibilidad de que una bombita nos borre a todos de la faz del planeta.

                El argumento de que la amenaza mutua (también llamada destrucción mutua asegurada) nos garantiza la no agresión, o que las armas (grandes y en cantidades enormes) nos pueden salvar de las guerras se cae absolutamente por sólo ejercicio de la lógica, pero aún más por la revisión histórica: recuerde usted que cuando la URSS y los EEUU tuvieron más armas y se amenazaron mutuamente con mayor fuerza, la guerra estuvo ahí, a la vuelta de la esquina (y de hecho se enfrentaron indirectamente en Corea, Vietnam y Afganistán), mientras que cuando la URSS redujo unilateralmente sus arsenales, la amenaza de guerra se contrajo drásticamente; o sea, a más armas mayor amenaza de guerra, y a menos armas menor amenaza, lógico. Sin embargo, nuestros gobiernos siguen con la cantinela de armarse para asegurar la paz. Ante eso no queda más que decir las cosas por su nombre: a muchos gobiernos la paz no les interesa y usan el argumento ya dicho como justificación, barata y mala, para comprar tanques, aviones y submarinos. Y eso pasa en países en que mientras compran aviones F-16 nuevos de paquete, hay colegios que se les pone sobrenombres de “acuáticos” porque ni siquiera resisten una lluvia en buen estado.

                Lo importante de todo es que la paz sí es posible, y es barata y cercana.

¿Por qué dos países van a una guerra? Porque tienen un conflicto, uno grave y serio que no han resuelto y que les parece más importante que mantener la paz, por el que están dispuestos a enviar a morir a sus ciudadanos (y en general a sus más jóvenes ciudadanos, los que tienen proyectos, sueños y futuro que se estrellan con la muerte, la amputación o el trauma). ¿Qué pasaría si los países decidieran que la paz es lo más importante, qué en base a ella guiarán todas sus acciones, incluida el resolver sus conflictos? Pasaría que entre dos países que tienen a la paz como lo más sagrado y que resuelven sus conflictos en consideración a ella, o sea pacíficamente, no habrían guerras. Que un gobierno renuncie a la guerra como forma de resolución de conflictos, implica que considera a la paz como lo más importante; y que dos países firmen un acuerdo de no agresión implica que deciden resolver sus conflictos y llevar una relación en paz. Si esto elimina la posibilidad de guerra entre dos países, es fácil imaginar que si se hace a nivel mundial, elimina la posibilidad global de guerras. Y todo al precio del papel en que se escribe el acuerdo.

                Lo mejor de todo es que esto no es pura palabrería, sino que en este minuto se está llevando a cabo la primera campaña mundial, en ciudades tan importantes como Nueva York o París y también en pueblos pequeños como Talagante o Buin, a favor de la instalación de la paz de manera permanente y duradera, con cientos de miles de personas adhiriendo a ideas como que los gobiernos renuncien a la guerra y realicen tratados de no agresión. La paz se va a lograr de la forma más barata y efectiva que hay: mediante la conciencia y acción de las personas comunes y corrientes que presionen por la paz a sus gobiernos, que la logren y la mantengan. Llegará así el día en que las fuerzas armadas no existan y podamos gastar esos dineros, por fin, en las necesidades urgentes de la gente, como salud, educación y tantas otras, las que comparadas con una bomba, de verdad se lo merecen.

                Hay que sumarse a la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia.

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