¿Seguridad Nacional gracias al miedo?

En la inmensa mayoría de países del mundo se aplica una doctrina de seguridad nacional cuyo eje central es la palabrita mágica llamada “disuasión”. Según esta doctrina, cada Estado debe gastar ingentes sumas de dinero en adquirir potentes cantidades de material bélico, mantener un vasto cuerpo profesional de hombres entrenados en matar eficientemente a otros hombres y mujeres y rogar al cielo para que este grupo se mantenga quieto y no le bajen las ganas de mandarse solo. Con todo eso se lograría “disuadir” al enemigo de que ataque, pues recibiría una contundente respuesta si lo hace, y por lo tanto todos lograremos vivir en paz, amenazados por todos lados, pero en paz. Yo siempre me he preguntado si los genios que inventaron esta cosa se dieron cuenta que no hicieron otra cosa que crear un sistema de relaciones internacionales basado en el más burdo y bárbaro miedo. Porque eso que denominan “disuasión” no es otra cosa que simple y común miedo. Y un miedo harto justificado si vemos que el vecino parte comprándose pistolitas y termina en submarinos y aviones de última generación.

No sé si ustedes logran ver bien éstas ideas, pero esta “doctrina de seguridad” lo único que nos promete es, precisamente no darnos seguridad. Porque ¿cómo podremos tener seguridad si a nuestro lado progresivamente van aumentando las amenazas? Si dos países vecinos siguen esta doctrina, en su afán de tener seguridad y disuadir al otro no harán más que tener más armas, gastar más dinero fiscal en ellas y por cada aumento de disuasión, o sea, por cada avión, tanque o submarino nuevo, lo que harán será generar más amenazas. Esta espiral armamentista no puede darnos seguridad en ningún caso y menos paz. Y países como Estado Unidos, grandes promotores de estas “ideas”, sufren sus consecuencias en carne propia al ver volar sus tanques en Irak con las mismas armas que ellos construyeron para defenderse del millón de amenazas que ellos mismos se han construido.

Aún cuando la inconsistencia de la doctrina, y su consiguiente fomento a una espiral sin sentido y sin término seguro, sea un punto grave, me parece que es aún más grave el supuesto de fondo que trae, y que no es otro que el pensar que la única forma de relación humana confiable es aquella que se da en base al miedo. Así, siglos de devenir histórico, de innumerables progresos, de avances de la civilización y de instalación de la globalización no habrían hecho aporte alguno para cambiar la relación original humana de cada uno con su mazo en la espalda siempre disponible para ser usado. Lo curioso es que ésta doctrina aplicada en todo el mundo se acompaña en paralelo de los mejores discursos de buenas intenciones, de confianza mutua y de interés por estrechar lazos entre las naciones. ¿A alguien le parece posible que se logren desarrollar relaciones internacionales profundas y fructíferas entre distintos países cuando a la base de todas esas relaciones se tiene al miedo entre unos y otros? Claramente manteniendo las ideas de disuasión, de miedo, de amenaza, de posibilidad lejana pero real de usar los avioncitos y tanquecitos, no vamos a lograr construir mucho y seguiremos con esfuerzos estériles en cuanto avance de integración de países y regiones, de verdadera seguridad y de la necesaria paz que ella debe conllevar. Pero no sólo la lógica nos dice esto, sino que la práctica también: Europa, que es la única región del mundo que ha logrado integración entre países y avances notables en cuanto a paz entre ellos lo ha hecho sustituyendo el miedo por la confianza mutua llevando eso incluso a consecuencias militares, que en su caso han sido reducir las armas y disponerlas para la seguridad de todos los países ante un peligro externo y no para andar amenazándose mutuamente con el último submarino adquirido. Mientras tanto, acá en América del Sur seguimos con buenas declaraciones inmediatamente traicionadas por los actos de los gobiernos; como la insólita compra de cañones de largo alcance por parte de Chile, en plena crisis económica con un millón de cesantes y cuando no hay ningún indicio de un aumento en las amenazas al país. Y la integración latinoamericana, la posibilidad de paz y seguridad permanentes en el continente y la utilización de los recursos bélicos en las necesidades urgentes de los países siguen arrinconados por la disuasión del miedo.

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